domingo, 26 de febrero de 2017

Figuras literarias: el bien y el mal


La eterna lucha, cliché de innumerables historias, conceptos extremistas cuyas diferencias dejan de quedar claras a medida que la edad nos hace ver las cosas mas grises... en mas de un sentido. Se puede dar lugar a debates muy interesantes sobre esto, mismamente yo tengo la oportunidad de soltaros un monólogo sobre este dilema en una sola dirección sin que me importe vuestra opinión. Pero claro, este blog no va de filosofía (o al menos ese no es el tema principal), y además este escrito es parte de una sección específica, así que en vez de seguir dándole vueltas como haría Platón o Confucio, demos por acabado el párrafo de introducción y vamos a la faena.

Está tan confundida que se hace daño a sí misma
A lo largo de la historia del ser humano, innumerables ficciones se han narrado sobre el choque de esta dualidad, ya desde pequeños se nos inculca que hay cosas que están bien y otras que están mal, y en base a esta moral pedagógica con la que nos introducen en la sociedad actual, se crean las principales figuras que los representan: los héroes y los villanos. A lo héroes se les concede las cualidades que consideramos admirables en la persona, con el objetivo de que inspiren y sean un ejemplo a seguir, razón por la cuál es norma general que la narrativa de una obra se desarrolle alrededor de su beneficio, dando a entender un mensaje de moraleja acerca de que la conclusión recompensará las facultades que definen al héroe.

 La simpleza del sistema de Fable es el ejemplo perfecto de ello.

El villano, explicado de manera simple, es lo contrarío, la antítesis, lo que no hay que hacer y debe evitarse en todo momento, la representación de los defectos que no deseamos ver en nosotros o en nuestras futuras generaciones. Y es por ello que el conflicto con el héroe es inevitable, porque para ese fin se han creado sus naturalezas opuestas, y por ello la historia mas común es aquella donde se le muestre como el principal obstáculo en la travesía del viaje de los protagonistas. En ocasiones ni siquiera hace falta que tenga un personaje directo, ya que el propio concepto del mal puede ser el propio enemigo del héroe, y con ello sus avatares pueden prescindir de una descripción directa, como puede ser de ejemplo Sauron, en las películas de la trilogía de El Señor de los Anillos.


Por supuesto, tarde o temprano la vida nos termina demostrando, que las cosas nunca son tan simples como para diferenciar entre buenos y malos, que la línea entre lo correcto y lo errado está dibujada en una arena cuyas olas siempre la mantienen difuminada, y sobretodo... que en la vida no hay héroes ni villanos idealizados como en nuestros cuentos. Pero eso, es otra historia.

PD: os debo otra entrada, porque la semana pasada no escribí nada. Ya van 2.

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